jueves, 9 de septiembre de 2010

Ante la crisis de la Universidad de San Carlos

Autor: Jairo Alarcón Rodas

¿Es acaso la autonomía universitaria lo que se está reivindicando por los miembros de una agrupación que se autodenomina EPA? Se me hace necesario escribir unas cuantas líneas para dar mi opinión sobre el cierre de la universidad. Antes quisiera hablar brevemente sobre lo que constituye la autonomía universitaria. Logro de la Revolución del 44, la autonomía de la Universidad de San Carlos representó, en su momento, un adelanto al Napoleónico estilo universitario que consistía en un régimen autoritario, vertical en donde las directrices estaban concentradas en un pequeño grupo de personas. A raíz del triunfo de la Revolución el gobierno universitario pasó a ser paritario, con ello los estudiantes adquirieron el derecho de tomar decisiones tanto en el orden académico, administrativo y de extensión.

En la actualidad, la universidad se rige por su ley orgánica, que está contemplada en la Constitución de la República. Siendo la única universidad estatal del país, rectora de la educación superior, con potestad de autogobernarse y con una asignación constitucional del cinco por ciento del presupuesto ordinario del país, la Universidad de San Carlos ha incidido en la sociedad guatemalteca, por momentos más, por otros menos. No obstante los procesos sociales no se detienen y como el país, la universidad ha crecido, lo que ha complejizado su accionar. Ahora ya no sólo son diez facultades las que la conforman, sino también existen unidades no facultativas como La Escuela de Psicología, Historia, Ciencias de la Comunicación, Ciencia Política y Trabajo Social, el Centro de Estudios Marítimos –CEMA-, quince centros regionales, un Instituto Tecnológico Maya de Educación Superior, un Departamento de Transferencia de Tecnología y quince centros regionales.

Sin embargo, las Escuelas y Centros Regionales, no tienen derecho a elegir y ser electos. Con ello, no tienen acceso a la toma de decisiones dentro del Consejo Superior Universitario ya que no cuentan con representantes ante ese máximo organismo de dirección de la Universidad. Mucho menos tienen acceso a la toma decisiones sobre el presupuesto, directrices académicas, investigación y extensión. La democratización al interior de la Universidad de San Carlos, está lejos de ser una realidad. La universidad ha crecido y requiere de nuevos mecanismos para gobernarse y ejercer una autonomía funcional, eficiente y eficaz. La autonomía no se defiende por sí misma, se defiende si tiene una finalidad que redunde en beneficio de la academia.

Por otra parte, autonomía no significa quebrantar las leyes constitutivas del país, no se trata de establecer un Estado dentro de un Estado, sencillamente significa el poder de autogobernarse y manejar un presupuesto establecido acorde a reglamentos y normas internas respetando el orden Constitucional. Autonomía no significa contravenir las normas y leyes que sirven de marco legal del país. Miembros del autodenominado grupo Estudiantes Por la Autonomía (EPA) hablan, equivocadamente, de traición de los docentes de la Facultad de Agronomía por interponer un recurso de inconstitucionalidad sobre la forma de elegir a los vocales primero y segundo ante las Juntas Directivas. Se olvidan que no se traicionan conceptos se traicionan principios e ideales que inciden positivamente en la sociedad. Se olvidan que los verdaderos causantes de la crisis en la que estamos sumidos, son aquellos que han propiciado que la universidad esté sumida en el caos académico y politiquería perversa.

Con el paso del tiempo la Universidad se ha erosionado, ha perdido su vocación de servicio, su proyección social, su excelencia académica: se ha politizado, está en crisis. Quizás sea en parte, por las secuelas del conflicto armado, agudizado en los años ochenta, donde literalmente fue diezmada su población, por la dictadura militar. Fueron muchos estudiantes, docentes y trabajadores de la USAC que sucumbieron a manos del ejército, policía y grupos paramilitares, iniciando con ello la debacle de la universidad. ¿Qué clase de profesionales forma ahora nuestra universidad? ¿Tienen realmente vocación de servicio? ¿Han contribuido a solucionar la problemática social del país? Y ¿qué hay de su excelencia académica y ética profesional? ¿Son perpetuadotes del sistema o factores de cambio?

Ahora, se pretende defender una mal entendida autonomía que en nada ha incidido en beneficio de la academia y desde luego del país. Se exige la participación estudiantil en la toma de decisiones, cuando en el mayor de los casos, esta participación ha sido corrompida a partir de dádivas y concesiones en detrimento de los verdaderos ideales universitarios y de la digna participación estudiantil. La autonomía debe contar con honestidad, con inteligencia de parte del que la ejercite. Ésta, por sí misma, no tiene sentido, lo adquiere a partir de las voluntades que la ejercen dignamente y con criterio. Y desde luego del impacto productivo que genere.

Ahora, un gran porcentaje del sector estudiantil, como en el docente y administrativo, no tienen idea de lo que es y constituye una universidad. Estudiantes que han hecho de la casa superior de estudios su trinchera para realizar toda clase de negocios, docentes con escasa preparación académica esconden su ineptitud a través de dadivas y concesiones. Un sector administrativo que ha perdido totalmente su razón de ser y amparados en un sindicato, defienden causas a todas luces injustas y muchas veces perversas. Constituyéndose así las facultades, unidades académicas y demás instancias universitarias en feudos dirigidos por Juntas Directivas, grupos sectarios en donde regularmente se corrompen tanto los representantes docentes, como los estudiantes y dirigencia administrativa a partir de dadivas, privilegios y cuotas de poder.

La participación estudiantil, lejos de ser una solución a la problemática académica de la universidad, se ha constituido en cómplice de la debacle universitaria. Las causas son múltiples, por un lado es común que sectores estudiantiles construyan alianzas con sectores profesionales, docentes, convirtiéndose de esa forma en grupos homogéneos que en vez de representar a los sectores de donde provienen, responden a intereses sectarios de grupo con el afán de perpetuarse en el poder y dirigir aviesamente los destinos de la universidad. Así estudiantes apoyan a los docentes que les proveerán de beneficios particulares al momento de accesar al poder y docentes se ven beneficiados con el apoyo estudiantil. Las juntas Directivas y Consejos Directivos se pervierten a razón de emplear, dentro de sus respectivas unidades académicas, a los representantes estudiantiles. Más que de participación paritaria debiera existir una participación honesta.

La participación estudiantil, así como la docente, en los cargos de dirección y diversas instancias universitarias, debería estar investida de un accionar ético que propugne por el beneficio de la academia y la proyección social de la universidad. En tal sentido, debería elegirse a los candidatos que han demostrado mayor honestidad, integridad e inteligencia dentro del desempeño de sus funciones y su accionar personal. Cosa contraria la que ocurre ahora, ya que se elige al que más ofrecimientos, regalías promete, tras una campaña ostentosa y onerosa. Y dentro del sector estudiantil, a aquellos que al amparo de grupos perpetuados en el poder, obedecen consignas de estos, en detrimento de la comunidad estudiantil y desde luego de la academia.

De ahí que los sectores estudiantiles que pretenden y buscan mejoras académicas en la universidad, lamentablemente no participan como candidatos en las diversas instancias de elección donde puedan tener injerencia dentro de la Universidad. Su silencio tiene respuesta en los años de represión y usurpación de los puestos de elección por parte de enquistadas mafias politiqueras. Actualmente la Asociación de Estudiantes Universitarios (AEU) constituye un reducido grupo que representa los intereses de ellos mismos. Cómplices de la crisis de la universidad de San Carlos, esta agrupación se ha convertido vergüenza de los ideales universitarios nacidos tras la revolución de octubre del 44.

En la universidad se engaña al que acepta ser engañado y muchas veces se cae en éste por motivaciones sentimentales. Un principio universal del accionar humano es no dar un paso trascendental si no se está seguro de lo que se está haciendo, lo cual lleva implícito el conocimiento de la causa a seguir. Ahora resulta que un grupo pretende reivindicar la autonomía universitaria. ¿Dónde han estado esos estudiantes, ante la crisis de violencia que se vive en el país, ante la problemática socio económica, y más concretamente, ante la crisis académica en la que está sumida nuestra universidad y la falta de democratización de la misma? Es contradictorio que estos estudiantes impidan el acceso a la universidad vedando el derecho de recibir sus clases a miles de estudiantes, enarbolando la bandera de la superación universitaria y la autonomía.

La autonomía se ejerce con responsabilidad, de qué sirve gobernarse y administrarse si se hace corruptamente, si se atiende a consignas e intereses sectarios o individuales, si se hace con mediocridad La autonomía rinde frutos si se ejerce con responsabilidad, inteligencia y honestidad. Factores que están ausentes dentro de la actual dirigencia universitaria. La particular forma de participación estudiantil, como se ha venido dando en los últimos años, sólo ha servido para que se les corrompa. Es común en la Universidad que un significativo número miembros estudiantiles ante las Juntas Directivas, adquieran una plaza dentro de la institución a la que representan. De esta forma se compra su voluntad y se continúa con la corrupción. La ingerencia estudiantil en la esfera de poder en nada ha beneficiado a la comunidad estudiantil, a quienes supuestamente representan. Es más, en nada ha contribuido a elevar el nivel académico de sus respectivas unidades académicas. Pretender votar en la elección de vocales primero y segundo ante las Juntas Directivas sólo denota las ansias de poder que tiene ese grupo estudiantil.

Sin duda la universidad está en crisis lo cual se hace evidente con sólo el hecho de que unos cuantos estudiantes tengan cerrada la universidad y nadie haga algo por reabrir sus puertas. Más de cien mil alumnos no se han pronunciado en cuanto a lo que acontece en el Campus Central y el Centro Metropolitano, desconocen la realidad del problema. ¿Será acaso que permanecen indolentes ante la problemática de la USAC? La Universidad está en problemas y no es porque se haya vulnerado la capacidad de elegir, por parte de los estudiantes, eso nada tiene que ver con la autonomía universitaria. La crisis tiene que ver con la pérdida total de ideales universitarios. La universidad se ha convertido en un antro de politiquería, mediocridad y negocios turbios. La dirigencia estudiantil está siendo ejercida por oportunistas, que aprovechando la ausencia de auténticos líderes han hecho de las asociaciones estudiantiles feudos que enarbolan banderas populistas donde se cobija la mediocridad, prepotencia, arbitrariedad, la insolencia y el lucro. A estos grupos no les interesa sacar del caos a la Universidad, mucho menos proponer medidas que propicien mejoras en la labor académica, en la investigación y proyección social. Por el contrario les interesa, eternizarse en el poder y así continuar con los negocios que se dan al interior del campus: fotocopiadoras, cafeterías, fiestas, Huelga de Dolores, etc.

Se habla de la privatización de la Universidad, de los exámenes de admisión, de la repitencia. Sin duda la problemática educativa de la Universidad de San Carlos tiene su origen en la educación preuniversitaria, en deficientes modelos educativos del país y escasa atención de los gobiernos de turno. Factores que inciden en la deficiente formación académica de su población. Pero la Universidad no puede albergar a una población que exceda al límite de sus posibilidades de servicio. La educación no puede, ni debe ser masificada. De serlo, redundaría en detrimento de los procesos de enseñanza-aprendizaje y sin duda en perjuicio del desarrollo del país.

¿Por qué los estudiantes se adhieren a consignas ilegítimas y movimientos que desconocen? Ello es debido a que no existe criterio por parte de ellos. El análisis, la indagación está lejos de ser parte de su accionar y como un enjambre se unen a proclamas que desconocen y son masificados, manipulados llevados a defender causas oscuras. La mayoría de estudiantes, así como la mayoría de habitantes de este país accionan por emotividad, obedecen a caudillos con intenciones perversas y sectarias.

La crisis universitaria exige un diálogo constructivo que permita poner a discusión la problemática real que se vive en la USAC. Un diálogo de altura que ventile todos aquellos problemas que se han convertido en lastre para la proyección que el Alma Mater está llamada a tener en la sociedad. No es en la defensa de una mal interpretada autonomía, donde se va lograr sacar de la crisis a la máxima casa de estudios del país. Toda defensa, al igual que toda acción, tiene una finalidad y ésta, en particular, está circunscrita a coadyuvar, a eliminar las asimetrías sociales en Guatemala. Por el contrario, es buscando soluciones a problemas como:

1. La democratización de la Universidad de San Carlos
2. La academia y la politización
3. El presupuesto
4. La proyección social de la Universidad
5. La autonomía
6. La corrupción
7. Proceso claros de elecciones
8. La masificación
9. Exámenes de admisión y repitencia

Que se contribuirá a transformar nuestra universidad y a comenzar a sacar de la crisis, en la que actualmente se encuentra. El compromiso es de todos aquellos que tenemos conciencia de la realidad de nuestra Universidad y contamos con la voluntad para iniciar su transformación. La apertura al diálogo es el camino y la argumentación racional la herramienta.