miércoles, 28 de octubre de 2009

-Análisis Semiótico- ARCÁNGELA -Ana María Rodas-


1. Argumento:

Arcángela

Una chica que lleva una relación bastante interesante con un tipo casado, con el cual disfruta de algunos fines de semana, adoran amanecer juntos y cuentan las horas esperando el siguiente fin de semana para volver a estar juntos.
Al poco tiempo él le comento de lo mal que está su matrimonio y que lo ha aguantado por sus hijos, pero que ahora que ya están grandes, nada evitará el divorcio.
Luego se compran una casa donde inician una nueva vida juntos. Al compartir todos los días, a ella le van desagradando muchas cosas, como los ruidos que se escuchan cuando él entra al baño, sus ronquidos al dormir y su mal aliento de las mañanas así como los gases que salían de aquel estomago que cada día crecía mas.
Al final se muere toda la pasión que en algún momento existió y se separan, ella se cambia de casa y en el nuevo apartamento conoce un chico por el que empieza a sentir algo especial.

2. Conflicto:

Después de compartir poco tiempo y momentos muy agradables, compartir todo el tiempo y no disfrutar un momento.

3. Secuencias:

Situación inicial Eufórica y una situación final Disfória.

4. Oposiciones:

Pasión a Indiferencia
Amor a antipatía
Disfrutar a aburrimiento
Felicidad a desdicha
Deseo a Deber

5. Personajes:

Personajes Principales: La Chica y el tipo casado.

6. Tiempo:

Actual

7. Espacios:

Un Apartamento y Una Casa.

8. Lo denotado:

Soñar con estar todo el tiempo con él y disfrutar todos los días y no solo dos días a la semana.

9. Lo connotado:

Cumplir su sueño, y al compartir todos los días empezar a disgustarse y a aburrirse de la situación.

10. Propuesta Ideológica:
¿?

miércoles, 7 de octubre de 2009

Elmer Monzón - Escritor Guatemalteco

martes, 29 de septiembre de 2009

País Desnudo –Gustavo Bracamonte-



En lo personal, me agradó la actividad!!! Nunca había estado en la presentación de un libro y bueno que bien asistir a la presentación de “País Desnudo” de nuestro director, el Licenciado Gustavo Bracamonte.
Con relación al libro, o mejor dicho a lo que en esta presentación pude escuchar… considero que está un poquito complicado entenderlo, quizá por mi poco conocimiento en todo este rollo de los libros y de escribir bonito etc etc etc.
Aunque algunas partes que se mencionaron, Sí me llamaron la atención, pienso que sería interesante conocer màs de còmo escribe y de esta forma poder entenderle un poco mas…

En general, me gustó la actividad, pero de preferencia que hubiera leído únicamente el Licenciado Bracamonte, él sí sabía interpretar lo que habià escrito, no como las otras tres personas, que, hasta cierto punto, creo que no entendían qué era lo que estaban leyendo.

La música… mmmm podríamos decir que estuvo bien!!! Pero nada mas.


FELICITACIONES LICENCIADO GUSTAVO BRACAMONTE!!!!

Entrevista de Semblanza -Malacates Trebol Shop- Periodismo



Que me disculpen los estudiantes de Periodismo, sinceramente que MALA organización de la actividad, no tengo conocimiento de quienes fueron los coordinadores de este evento pero considero que lo pudieron organizar mejor. En pocos minutos, el lugar estaba lleno, tenían a tres personas en la puerta, quienes controlaban la entrada y salida de todos, ellos dijeron que ya no podía entrar ni una sola persona, que no había cupo.. ah! pero si llegaban conocidos o muy “cuates” de ellos… entonces si podían entrar!!!!
Al lugar se presentaron muchos estudiantes que, única y exclusivamente iban por firmar una lista como parte de algún curso o bien por tomar una fotografía o video para presentarlos como parte de alguna tarea.
A pesar de, muchos que si “necesitaban” entrar, no pudieron… porque solo podían entrar “cuates” de las personas de la puerta.
Que mal!!!!
Ah… y algo que escuché por ahí, porque yo tampoco pude entrar, la labor de los estudiantes era realizar una entrevista de semblanza….

Estudiantes de la Escuela de Ciencias de la Comunicación…. ¿Saben qué es una Entrevista de Semblanza?

Pues les cuento que las personas que si entraron… comentan que Francisco, vocalista de Malacates… les dio una clase de Entrevista de Semblanza… Haber porque creen que lo hizo…?

Será que si yo escribo “hacer” con H y con C… habrá alguien que me corrija?... Ups!!!

martes, 22 de septiembre de 2009

Modernismo en Guatemala





A finales del siglo XIX América Hispana se adelanta en su literatura. En el Nuevo Mundo surge el Modernismo, movimiento al que se une gran parte de la juventud escritora americana. Guatemala tiene la fortuna de albergar a tres de los más destacados autores de la nueva forma: José Martí, Rubén Darío, José Santos Chocano.
El joven guatemalteco Enrique Gómez Carrillo absorbió todo aquel influjo de tal forma que se convirtió en una de las plumas más activas de la nueva era. Desde París, a donde su intranquilidad lo envió, redactó muchas de las mejores obras que tenemos de aquel entusiasmo americano. El resto de la juventud también fue afectada y aunque el carácter conservador guatemalteco limitó y retrasó la exposición, se reconocen varios autores alineados al Modernismo. Rafael Arévalo Martínez, Félix Calderón Ávila, Rodolfo Calderón Pardo, María Cruz, Domingo Estrada, Enrique Gómez Carrillo, Francisco Lainfiesta, José Rodríguez Cerna y Máximo Soto Hall.
Para tener un idea de la fascinante y completa personalidad de Enrique Gómez Carrillo, gran señor de las crónicas y de los amores, hay que seguir los pasos de su formación de escritor y las huellas impresas en las características de su estilo literario. Para ellos, es indispensable partir de su casi novela autobiográfica “Treinta años de mi vida”, formada pro tres partes “Al despertar del alma”, donde dejó tantos sentidos recuerdos guatemaltecos; “En plena bohemia” sobre su vida en París y “La miseria de Madrid” de sus años en España.
Rubén Darío participó con, o fue el líder de, muchos movimientos literarios en Chile, España, Argentina, y Nicaragua. El movimiento modernista era una recopilación de tres movimientos de Europa: romanticismo, simbolismo, y el parnasianismo. Estas ideas expresan pasión, arte visual, y armonías y ritmos como música. Darío fue un genio de este movimiento. Su estilo es exótico y muy colorado. Sus poemas especialmente contienen todos estos sentimientos. En su poema "Canción de Otoño en Primavera." hay mucha evidencia de pasión y emociones fuertes. Pronto muchos literarios comenzaron a usar su estilo en una forma muy elegante, y cuidadosa, usando su estilo y sus palabras para hacer música con la poesía.

LO FATAL



A René Pérez



Dichoso el árbol que es apenas sensitivo,y más la piedra dura, porque ésa ya no siente,pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo, ni mayor pesadumbre que la vida consciente.Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,y el temor de haber sido y un futuro terror…Y el espanto seguro de estar mañana muerto,y sufrir por la vida y por la sombra y porlo que no conocemos y apenas sospechamos,y la carne que tienta con sus frescos racimos,y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,¡y no saber adónde vamos,ni de dónde venimos!…



Escogí “Lo Fatal” de Rubén Darío porque considero que muchas personas nos identificamos con este poema, me atrevería decir que todos!!!! En realidad somos simples personitas aprendiendo de la vida día a día de experiencias alegres, tristes, fuertes, y que muchas veces nos hieren. Como èl menciona en este poema, “no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo”. Esa inseguridad que de pronto se apodera de cada ser, Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto, y el temor de haber sido y un futuro terror… ¡y no saber adónde vamos, ni de dónde venimos!…

domingo, 30 de agosto de 2009

Parque Enrique Gòmez Carrillo




Considero que es importante pensar en el trabajo de todos los guatemaltecos, como de las personas que están colocadas en la 6ta. Avenida; necesitarán un lugar para continuar con su trabajo. No es la mejor idea y tampoco la única opción, que tiene nuestro alcalde; a pesar que trabaja mucho en áreas verdes, en parques y espacios de recreación; en esta ocasión no lo está tomando en cuenta. No hace más de tres años en que este parque fue renovado, como para que se haya tomado la decisión de convertirlo en un mercado.

En la actualidad, si visitamos el lugar, podemos disfrutar de un buen momento, disfrutar de los animalitos, las flores, tranquilidad, limpieza…. Mientras que si pensamos en un mercado… se convertirá en un lugar sucio, desordenado como cualquier otro mercado de nuestra ciudad. Por mas que se busque limpieza y orden en un lugar así, no es posible, debido al tipo de trabajo que se lleva a cabo.
Creo que el Sr. Álvaro Arzú podría buscar otro lugar para colocar a todas estas personas y no destruir este parque.

martes, 18 de agosto de 2009


La literatura Guatemalteca Va para el Internet:


....La literatura ya no se puede ver “como la expresión de la belleza a través de la palabra escrita” es mejor verla como la “expresión de la realidad y como construcción de un nuevo mundo que nace de la complicidad entre el que escribe y el que lee”..... Este fragmento de descripciones son solo un comienzo de varios términos utilizados para expresar que las letras no son ajenas a la historia, sino mas bien son dedos de una misma mano, tanto para reacciones surrealistas como socialista e inclinadas tambien para la liberacion de un género o de una época, ilustradas en manuscritos diversos, creo que el comentario se queda corto, majestuosos escritores han contado la historia entre sus manos a diversas voces y distintos matices, es más me atrevo a nombrar a algunos de ellos, Miguel de cervantes, con sus complejos guiones pero llenos de una historia bárbara, nos reflejan el hacer de un sentido social disfrazado de realeza; Mark Twain con todas sus aventuras en el Misisipi, Benedetti y su cono sur amado, y porque no hasta Luis Cardoza y Aragon describiendonos como fue la revolucion del '44. Pienso que sí se debe rescatar libros y escritores, dándoles el papel dentro de la historia de la literatura universal que les corresponde, porque quizás su único gran error fue plantear lo que vivían en la realidad y lo que tuvieron fue una enorme valentía en escribirlo, en no dejarlo en la esfera privada y lo publicaron. Ante todo esto podriamos decir que se basaban en un decir: "Vox populi, Vox Dei" La voz del pueblo es la voz de Dios. Por eso hoy más que nunca necesitamos jovenes llenos de poder consciente y consecuente, y no automatas incapaces de pensar por si mismo, ahogados por la globalización. dandonos la tarea deinvestigar y transcribir nuestra historia atravez de estos escritos via internet. para que seamos reflejo de una historia viva.

Y como decia Otto René Castillo: "Aqui no murio nadie, aqui solo queremos ser humanos,.... vivir, no sobrevivir"

martes, 28 de julio de 2009

EMBARAZADA -Humberto Akabal-




Embarazada
“Cuando yo estaba embarazada, Esperándote, Sentía muchas ganas de comer tierra, Arrancaba pedacitos de adobes Y me los comía...”
Esta confesión de mi madre Me desgarró el corazón.
Mamé leche de barro Por eso mi piel Es de color de tierra.
__________________
Este poema me gustò mucho, es tan corto y el lector puede interpretarlo de muchas formas, puede vivirlo e imaginar què siente una persona que escucha èsto de su madre o bien una madre què siente al hacer una confesiòn asì, segùn el poema.
Tambièn leì "Camino al revez" del Sr. Akabal que dice asì: Camino al revés
De vez en cuando Camino al revés, Es mi modo de recordar.
Si caminara sólo hacia adelante, Te podría contar Cómo es el olvido.
Mu Bueno!!!

EL CANTO -Maya Cu-


Amè a un hombre tierno y èl me amò, vaya privilegio vivirlo de recuerdo, tengo su ternura guardada en una gaveta y su voz en una caja.


Sòlo uno me hizo el amor, tan sòlo una vez... y ha perdurado, tanto que ahora un halcòn me presta sus alas, me convierte en princesa.


Me dejo sitiar por el miedo, dejo escapar el estigma de ser mujer.


Estoy en la cima, èsa que te da miedo, mi piel estirada abri mis poros, èstos se agitan entre las manos suaves del desconocido.
______________________________________________________________
Este poema me gusto!!!! No me imaginè que Maya Cu escribiera esto, me parece un tanto interesante, considero que puede llevar al lector a interpretar sus poemas como lo desee!!!
Buenisimo!

martes, 14 de julio de 2009

La Marioneta / Gabriel Garcia Marquez

LA MARIONETA
Si por un instante Dios se olvidara de que soy una marioneta de trapo y me regalara un trozo de vida, posiblemente no diría todo lo que pienso, pero en definitiva pensaría todo lo que digo.
Daría valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan. Dormiría poco, soñaría más, entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos, perdemos sesenta segundos de luz.
Andaría cuando los demás se detienen, Despertaría cuando los demás duermen. Escucharía cuando los demás hablan, y cómo disfrutaría de un buen helado de chocolate.
Si Dios me obsequiara un trozo de vida, Vestiría sencillo, me tiraría de bruces al sol, dejando descubierto, no solamente mi cuerpo sino mi alma. Dios mío, si yo tuviera un corazón, escribiría mi odio sobre hielo, y esperaría a que saliera el sol.
Pintaría con un sueño de Van Gogh sobre las estrellas un poema de Benedetti, y una canción de Serrat sería la serenata que les ofrecería a la luna.
Regaría con lágrimas las rosas, para sentir el dolor de sus espinas, y el encarnado beso de sus pétalo... Dios mío, si yo tuviera un trozo de vida...
No dejaría pasar un solo día sin decirle a la gente que quiero, que la quiero. Convencería a cada mujer u hombre de que son mis favoritos y viviría enamorado del amor.
A los hombres les probaría cuán equivocados están, al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen, sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse. A un niño le daría alas, pero le dejaría que él solo aprendiese a volar.
A los viejos les enseñaría que la muerte no llega con la vejez sino con el olvido. Tantas cosas he aprendido de ustedes, los hombres He aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña, Sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir la escarpada.
He aprendido que cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño, por vez primera, el dedo de su padre, lo tiene atrapado por siempre.
He aprendido que un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse. Son tantas cosas las que he podido aprender de ustedes, pero realmente de mucho no habrán de servir, porque cuando me guarden dentro de esa maleta, infelizmente me estaré muriendo.
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ (2000)"
Este poema me gusto mucho! No se si este señor es guatemalteco pero segun lei se siente y es Guatemalteco.... el caso es que en este poema expresa como una persona olvida todo lo que Dios le ha dado y se da cuenta cuando ya no tiene mas tiempo...

jueves, 30 de abril de 2009

Video Redondillas



Este magnifico video que hice para mi clase de literatura (por cierto la mejor clase que llevo) lo quiero compartir con todo el mundo, porque es mi primera producción audiovisual de mi corta y pequeña vida.

domingo, 26 de abril de 2009

Leyendas de Guatemala


Leyendas de Guatemala

El foro, Leyendas de Guatemala, presentado por los estudiantes del 7mo. Semestre de Licenciatura en Ciencias de la Comunicación de la ECC, dio inicio con la presentación de algunas leyendas guatemaltecas como: El cadejo blanco, El sombreron, La llorona y la Tatuana.

Después de la presentación de leyendas se procedió a la entonación del Himno nacional.

También se presentó la leyenda “La Vuelta del Chilero”, escrita por Sabrina días, alumna del curso de Lingüísticas, quien en el concurso de leyendas, obtuvo el segundo lugar.

Los invitados especiales fueron: La Doctara Gladys Tobar y El Licenciado Haroldo
Rodas.

La Doctora Gladys comentó que su especialidad era literatura y que podía decir que la Leyenda es importante para un grupo étnico o comunidad. Cada pueblo que existe en el planeta, tiene sus propias leyendas.

Mencionó como ejemplo: Huehuetenango que se considera la región donde se originó el cultivo del maíz. En este lugar se origina una leyenda con relación al maíz.

La narración o la forma en que se hace es lo que le da el carácter de leyenda, como un mito; llamamos mito en donde hay personajes sobrenaturales y la leyenda nace de un punto real o histórico.

Comenta que la leyenda se puede estudiar, desde un punto de vista funcionalista o una función de interpretación poética. Ésta puede tener muchas variantes a nivel regional.

Agregó que la leyenda puede ser un género literario, partiendo de que, el épico, se refiere al origen; el lírico a la expresión con liras o expresión poética; el dramático, las obras que se escriben para ser representadas. Ejemplo, si la leyenda es escrita y luego actuada, “podemos decir que es un género literario.

El licenciado Haroldo Rodas felicitó a todos los estudiantes. Resaltó que la comunicación narra una poesía, permite que un relato no muera, nos traslada y nos hace vivir el momento.

El Licenciado Rodas indica que ve la Literatura desde un punto de vista antropológico ya que las leyendas, las estudiaba y le gusta estudiar desde el lugar donde se originan.

jueves, 12 de marzo de 2009

Poemas -Oliverio Girondo-


Gabriel Oliverio Girondo

12


Se miran, se presienten, se desean, se acarician, se besan, se desnudan, se respiran, se acuestan, se olfatean, se penetran, se chupan, se demudan, se adormecen, despiertan, se iluminan, se codician, se palpan, se fascinan, se mastican, se gustan, se babean, se confunden, se acoplan, se disgregan, se aletargan, fallecen, se reintegran, se distienden, se enarcan, se menean, se retuercen, se estiran, se caldean, se estrangunlan, se aprietan, se estremecen, se tantean, se juntan, desfallecen, se repelen, se enervan, se apetecen, se acometen, se enlazan, se entrechocan, se agazapan, se apresan, se dislocan, se perforan, se incrustan, se acribillan, se remachan, se injertan, se atornillan, se desmayan, reviven, resplandecen, se contemplan, se inflaman, se enloquecen, se derriten, se sueldan, se calcinan, se desgarran, se muerden, se asesinan, resucitan, se buscan, se refriegan, se rehúyen, se evaden y se entregan.


SIESTA


Un zumbido de moscas anestesia la aldea.El sol unta con fósforo el frente de las casas,y en el cauce reseco de las calles que sueñandeambula un blanco espectro vestido de caballo.Penden de los balcones racimos de glicinasque agravan el aliento sepulcral de los patiosal insinuar la duda de que acaso estén muertoslos hombres y los niños que duermen en el suelo.La bondad soñolienta que trasudan las cosasse expresa en las pupilas de un burro que trabajay en las ubres de madre de las cabras que pasancon un son de cencerros que, al diluirse en la tarde,no se sabe si aún suena o ya es sólo un recuerdo¡Es tan real el paisaje que parece fingido!


¿DÓNDE?


¿Me extravié en la fiebre?¿Detrás de las sonrisas?¿Entre los alfileres?¿En la duda?¿En el rezo?¿En medio de la herrumbre?¿Asombrado a la angustia,al engaño,a lo verde?No estaba junto al llanto,junto a lo despiadado,por encima del asco,adherido a la ausencia,mezclado a la ceniza,al horror,al delirio.No estaba con mi sombra,no estaba con mis gestos,más allá de las normas,más allá del misterio,en el fondo del sueño,del eco,del olvido.No estaba.¡Estoy seguro!No estaba.Me he perdido.

Poemas -Alfonsina Storni-


Alfonsina Storni



¡Adios!


Las cosas que mueren jamás resucitan, las cosas que mueren no tornan jamás. ¡Se quiebran los vasos y el vidrio que queda es polvo por siempre y por siempre será! Cuando los capullos caen de la rama dos veces seguidas no florecerán... ¡Las flores tronchadas por el viento impío se agotan por siempre, por siempre jamás! ¡Los días que fueron, los días perdidos, los días inertes ya no volverán! ¡Qué tristes las horas que se desgranaron bajo el aletazo de la soledad! ¡Qué tristes las sombras, las sombras nefastas, las sombras creadas por nuestra maldad! ¡Oh, las cosas idas, las cosas marchitas, las cosas celestes que así se nos van! ¡Corazón... silencia!... ¡Cúbrete de llagas!... ?de llagas infectas? ¡cúbrete de mal!... ¡Que todo el que llegue se muera al tocarte, corazón maldito que inquietas mi afán! ¡Adiós para siempre mis dulzuras todas! ¡Adiós mi alegría llena de bondad! ¡Oh, las cosas muertas, las cosas marchitas, las cosas celestes que no vuelven más! ...

Indolencia


A pesar de mí misma te amo; eres tan vano como hermoso, y me dice, vigilante, el orgullo: «¿Para esto elegías? Gusto bajo es el tuyo; no te vendas a nada, ni a un perfil de romano» Y me dicta el deseo, tenebroso y pagano, de abrirte un ancho tajo por donde tu murmullo vital fuera colado... Sólo muerto mi arrullo más dulce te envolviera, buscando boca y mano. ?¿Salomé rediviva? ?Son más pobres mis gestos. Ya para cosas trágicas malos tiempos son éstos. Yo soy la que incompleta vive siempre su vida. Pues no pierde su línea por una fiesta griega y al acaso indeciso, ondulante, se pliega con los ojos lejanos y el alma distraída.

Golondrinas


Las dulces mensajeras de la tristeza son... son avecillas negras, negras como la noche. ¡Negras como el dolor! ¡Las dulces golondrinas que en invierno se van y que dejan el nido abandonado y solo para cruzar el mar! Cada vez que las veo siento un frío sutil... ¡Oh! ¡Negras avecillas, inquietas avecillas amantes de abril! ¡Oh! ¡Pobres golondrinas que se van a buscar como los emigrantes, a las tierras extrañas, la migaja de pan! ¡Golondrinas, llegaos! ¡Golondrinas, venid! ¡Venid primaverales, con las alas de luto llegaos hasta mí! Sostenedme en las alas... Sostenedme y cruzad de un volido tan sólo, eterno y más eterno la inmensidad del mar... ¿Sabéis cómo se viaja hasta el país del sol?... ¿Sabéis dónde se encuentra la eterna primavera, la fuente del amor?... ¡Llevadme, golondrinas! ¡Llevadme! ¡No temáis! Yo soy una bohemia, una pobre bohemia ¡Llevadme donde vais! ¿No sabéis, golondrinas errantes, no sabéis, que tengo el alma enferma porque no puedo irme volando yo también? ¡Golondrinas, llegaos! ¡Golondrinas, venid! ¡Venid primaverales! ¡Con las alas de luto llegaos hasta mí! ¡Venid! ¡Llevadme pronto a correr el albur!... ¡Qué lástima, pequeñas, que no tengáis las alas tejidas en azul!


Poemas -Octavio Paz-


Octavio Paz

Dos cuerpos


Dos cuerpos frente a frente son a veces dos olas y la noche es océano. Dos cuerpos frente a frente son a veces dos piedras y la noche desierto. Dos cuerpos frente a frente son a veces raíces en la noche enlazadas. Dos cuerpos frente a frente son a veces navajas y la noche relámpago. Dos cuerpos frente a frente son dos astros que caen en un cielo vacío.


El pájaro


Un silencio de aire, luz y cielo. En el silencio transparente el día reposaba: la transparencia del espacio era la transparencia del silencio. La inmóvil luz del cielo sosegaba el crecimiento de las yerbas. Los bichos de la tierra, entre las piedras, bajo la luz idéntica, eran piedras. El tiempo en el minuto se saciaba. En la quietud absorta se consumaba el mediodía. Y un pájaro cantó, delgada flecha. Pecho de plata herido vibró el cielo, se movieron las hojas, las yerbas despertaron... Y sentí que la muerte era una flecha que no se sabe quién dispara y en un abrir los ojos nos morimos.


Escrito con tinta verde


La tinta verde crea jardines, selvas, prados, follajes donde cantan las letras, palabras que son árboles, frases que son verdes constelaciones. Deja que mis palabras, oh blanca, desciendan y te cubran como una lluvia de hojas a un campo de nieve, como la yedra a la estatua, como la tinta a esta página. Brazos, cintura, cuello, senos, la frente pura como el mar, la nuca de bosque en otoño, los dientes que muerden una brizna de yerba. Tu cuerpo se constela de signos verdes como el cuerpo del árbol de renuevos. No te importe tanta pequeña cicatriz luminosa: mira al cielo y su verde tatuaje de estrellas.

Poemas -Sor Juana Inés de la Cruz-


Sor Juana Inés de la Cruz

La Sentencia del Justo


Firma Pilatos la que juzga ajena Sentencia, y es la suya. ¡Oh caso fuerte!¿Quién creerá que firmando ajena muerte el mismo juez en ella se condena?La ambición de sí tanto le enajenaQue con el vil temor ciego no advierteQue carga sobre sí la infausta suerte,Quien al Justo sentencia a injusta pena.Jueces del mundo, detened la mano,Aún no firméis, mirad si son violenciasLas que os pueden mover de odio inhumano;Examinad primero las conciencias,Mirad no haga el Juez recto y soberanoQue en la ajena firméis vuestras sentencias



A una Rosa


Rosa divina, que en gentil cultura Eres con tu fragante sutileza Magisterio purpúreo en la belleza,Enseñanza nevada a la hermosura.Amago de la humana arquitectura, Ejemplo de la vana gentileza, En cuyo ser unió naturalezaLa cuna alegre y triste sepultura.¡Cuán altiva en tu pompa, presumida soberbia, el riesgo de morir desdeñas, y luego desmayada y encogida. De tu caduco ser das mustias señas! Con que con docta muerte y necia vida,Viviendo engañas y muriendo enseñas.


A una Rosa


Rosa divina, que en gentil cultura Eres con tu fragante sutileza Magisterio purpúreo en la belleza, Enseñanza nevada a la hermosura. Amago de la humana arquitectura,Ejemplo de la vana gentileza, En cuyo ser unió naturalezaLa cuna alegre y triste sepultura.¡Cuán altiva en tu pompa, presumidasoberbia, el riesgo de morir desdeñas,y luego desmayada y encogida. De tu caduco ser das mustias señas! Con que con docta muerte y necia vida,Viviendo engañas y muriendo enseñas.

Poemas -José Martí-


José Martí


La Niña de Guatemala
Quiero, a la sombra de un ala, Contar este cuento en flor: La niña de Guatemala, La que se murió de amor. Eran de lirios los ramos, Y las orlas de reseda Y de jazmín: la enterramos En una caja de seda. ...Ella dio al desmemoriado Una almohadilla de olor: El volvió, volvió casado: Ella se murió de amor. Iban cargándola en andas Obispos y embajadores: Detrás iba el pueblo en tandas, Todo cargado de flores. ...Ella, por volverlo a ver, Salió a verlo al mirador: El volvió con su mujer: Ella se murió de amor. Como de bronce candente Al beso de despedida Era su frente ¡la frente Que más he amado en mi vida! ...Se entró de tarde en el río, La sacó muerta el doctor: Dicen que murió de frío: Yo sé que murió de amor. Allí, en la bóveda helada, La pusieron en dos bancos: Besé su mano afilada, Besé sus zapatos blancos. Callado, al oscurecer, Me llamó el enterrador: ¡Nunca más he vuelto a ver A la que murió de amor!

Cese, señora, el duelo...

Cese, señora, el duelo en vuestro canto, ¿Qué fuera nuestra vida sin enojos? ¡Vivir es padecer! ¡sufrir es santo! ¿Cómo fueran tan bellos vuestros ojos Si alguna vez no los mojara el llanto? Romped las cuerdas del amargo duelo. Quien sufre como vos sufrís, señora: Es más que una mujer, algo del cielo, Que de él huyó y entre nosotros mora.


¡Dolor! ¡Dolor! Eterna vida mía.

¡Dolor! ¡Dolor! eterna vida mía, Ser de mi ser, sin cuyo aliento muero! * * * Goce en buen hora espíritu mezquino Al son del baile animador, y prenda Su alma en las flores que el flotante lino De mujeres bellísimas engasta:? Goce en buen hora, y su cerebro encienda En la rojiza lumbre de la incasta Hoguera del deseo:? Yo, ?embriagado de mis penas,? me devoro, Y mis miserias lloro, Y buitre de mí mismo me levanto, Y me hiero y me curo con mi canto, Buitre a la vez que altivo Prometeo.

Poemas -Mario Benedetti-


Mario Benedetti

¿De qué se ríe?
(Seré curioso)En una exactafoto del diarioseñor ministrodel imposiblevi en pleno gozoy en plena euforiay en plena risasu rostro simpleseré curiososeñor ministrode qué se ríede qué se ríede su ventanase ve la playapero se ignoranlos cantegrilestienen sus hijosojos de mandopero otros tienenmirada tristeaquí en la callesuceden cosasque ni siquierapueden decirselos estudiantesy los obrerosponen los puntossobre las íespor eso digoseñor ministrode qué se ríede qué se ríeusté conocemejor que nadiela ley amargade estos paísesustedes duroscon nuestra gentepor qué con otrosson tan servilescómo traicionanel patrimoniomientras el gringonos cobra el triplecómo traicionanusté y los otroslos adulonesy los senilespor eso digoseñor ministrode qué se ríede qué se ríeaquí en la callesus guardias matany los que muerenson gente humildey los que quedanllorando de rabiaseguro piensanen el desquiteallá en la celdasus hombres hacensufrir al hombrey eso no sirvedespués de todousté es el palomayor de un barcoque se va a piqueseré curiososeñor ministrode qué se ríede qué se ríe.



Desaparecidos

Están en algún sitio / concertadosdesconcertados / sordosbuscándose / buscándonosbloqueados por los signos y las dudascontemplando las verjas de las plazaslos timbres de las puertas / las viejas azoteasordenando sus sueños sus olvidosquizá convalecientes de su muerte privadanadie les ha explicado con certezasi ya se fueron o si nosi son pancartas o tembloressobrevivientes o responsosven pasar árboles y pájarose ignoran a qué sombra pertenecencuando empezaron a desaparecerhace tres cinco siete ceremoniasa desaparecer como sin sangrecomo sin rostro y sin motivovieron por la ventana de su ausencialo que quedaba atrás / ese andamiajede abrazos cielo y humocuando empezaron a desaparecercomo el oasis en los espejismosa desaparecer sin últimas palabrastenían en sus manos los trocitosde cosas que queríanestán en algún sitio / nube o tumbaestán en algún sitio / estoy seguroallá en el sur del almaes posible que hayan extraviado la brújulay hoy vaguen preguntando preguntandodónde carajo queda el buen amorporque vienen del odio


Desde el alma (vals)

Hermano cuerpo estás cansadodesde el cerebro a la misericordiadel paladar al valle del deseocuando me dices / alma ayúdamesiento que me conmuevo hasta el agobioque el mismísimo aire es vulnerablehermano cuerpo has trabajadoa músculo y a estómago y a nerviosa riñones y a bronquios y a diafragmacuando me dices / alma ayúdamesé que estás condenado / eres materiay la materia tiende a desfibrarsehermano cuerpo te conoscofui huésped y anfitrión de tus doloresmodesta rampa de tu sexo ávidocuando me pides / alma ayúdamesiento que el frío me envileceque se me van la magia y la dulzurahermano cuerpo eres fugazcoyuntural efímero instantáneotras un jadeo acabarás inmovily yo que normalmente soy la vidame quedaré abrazada a tus huesitosincapaz de ser alma sin tus vísceras.



Desganas

Si cuarenta mil niños sucumben diaramenteen el purgatorio del hambre y de la sedsi la tortura de los pobres cuerposenvilece una a una a las almasy si el poder se ufana de sus cuarentenaso si los pobres de solemnidadson cada vez menos solemnes y más pobresya es bastante graveque un solo hombreo una sola mujercontemplen distraídos el horizonte neutropero en cambio es atrozsencillamente atrozsi es la humanidad la que se encoge de hombros.



Despabílate amor


Bonjour buon giorno guten morgen,despabílate amor y toma nota,sólo en el tercer mundomueren cuarenta mil niños por día,en el plácido cielo despejadoflotan los bombarderos y los buitres,cuatro millones tienen sidala codicia depila la amazonia.Buenos días good morning despabílate,en los ordenadores de la abuela ONUno caben más cadáveres de Ruandalos fundamentalistas degüellan aextranjeros,predica el papa contra los condones,Havelange estrangula a Maradonabonjour monsieur le maireforza Italia buon giornoguten morgen ernst jungeropus dei buenos díasgood morning Hiroshima,despabílate amorque el horror amanece.

Poemas -Pablo Neruda-


Poema 1


Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos, te pareces al mundo en tu actitud de entrega. Mi cuerpo de labriego salvaje te socava y hace saltar el hijo del fondo de la tierra. Fui solo como un túnel. De mí huían los pájaros y en mí la noche entraba su invasión poderosa. Para sobrevivirme te forjé como un arma, como una flecha en mi arco, como una piedra en mi honda. Pero cae la hora de la venganza, y te amo. Cuerpo de piel, de musgo, de leche ávida y firme. Ah los vasos del pecho! Ah los ojos de ausencia! Ah las rosas del pubis! Ah tu voz lenta y triste! Cuerpo de mujer mía, persistiré en tu gracia. Mi sed, mi ansia sin límite, mi camino indeciso! Oscuros cauces donde la sed eterna sigue, y la fatiga sigue, y el dolor infinito.


Poema 2


Hemos perdido aun este crepúsculo. Nadie nos vio esta tarde con las manos unidas mientras la noche azul caía sobre el mundo. He visto desde mi ventana la fiesta del poniente en los cerros lejanos. A veces como una moneda se encendía un pedazo de sol entre mis manos. Yo te recordaba con el alma apretada de esa tristeza que tú me conoces. Entonces, dónde estabas? Entre qué gentes? Diciendo qué palabras? Por qué se me vendrá todo el amor de golpe cuando me siento triste, y te siento lejana? Cayó el libro que siempre se toma en el crepúsculo, y como un perro herido rodó a mis pies mi capa. Siempre, siempre te alejas en las tardes hacia donde el crepúsculo corre borrando estatuas.


Poema 3


Casi fuera del cielo ancla entre dos montañas la mitad de la luna. Girante, errante noche, la cavadora de ojos. A ver cuántas estrellas trizadas en la charca. Hace una cruz de luto entre mis cejas, huye. Fragua de metales azules, noches de las calladas luchas, mi corazón da vueltas como un volante loco. Niña venida de tan lejos, traída de tan lejos, a veces fulgurece su mirada debajo del cielo. Quejumbre, tempestad, remolino de furia, cruza encima de mi corazón, sin detenerte. Viento de los sepulcros acarrea, destroza, dispersa tu raíz soñomlienta. Desarraiga los grandes árboles al otro lado de ella. Pero tú, clara niña, pregunta de humo, espiga. Era la que iba formando el viento con hojas iluminadas. Detrás de las montañas nocturnas, blanco lirio de incendio, ah nada puedo decir! Era hecha de todas las cosas. Ansiedad que partiste mi pecho a cuchillazos, es hora de seguir otro camino, donde ella no sonría. Tempestad que enterró las campanas, turbio revuelo de tormentas para qué tocarla ahora, para qué entristecerla. Ay seguir el camino que se aleja de todo, donde no esté atajando la angustia, la muerte, el invierno, con sus ojos abiertos entre el rocío.


Poema 4


Para mi corazón basta tu pecho, para tu libertad bastan mis alas. Desde mi boca llegará hasta el cielo lo que estaba dormido sobre tu alma. Es en ti la ilusión de cada día. Llegas como el rocío a las corolas. Socavas el horizonte con tu ausencia. Eternamente en fuga como la ola. He dicho que cantabas en el viento como los pinos y como los mástiles. Como ellos eres alta y taciturna. Y entristeces de pronto, como un viaje. Acogedora como un viejo camino. Te pueblan ecos y voces nostálgicas. Yo desperté y a veces emigran y huyen pájaros que dormían en tu alma.

Poema 5


He ido marcando con cruces de fuego el atlas blanco de tu cuerpo. Mi boca era una araña que cruzaba escondiéndose. En ti, detrás de ti, temerosa, sedienta. Historias que contarte a la orilla del crepúsculo, muñeca triste y dulce, para que no estuvieras triste. Un cisne, un árbol, algo lejano y alegre. El tiempo de las uvas, el tiempo maduro y frutal. Yo que viví en un puerto desde donde te amaba. La soledad cruzada de sueño y de silencio. Acorralado entre el mar y la tristeza. Callado, delirante, entre dos gondoleros inmóviles. Entre los labios y la voz, algo se va muriendo. Algo con alas de pájaro, algo de angustia y de olvido. Así como las redes no retienen el agua. Muñeca mía, apenas quedan gotas temblando. Sin embargo, algo canta entre estas palabras fugaces. Algo canta, algo sube hasta mi ávida boca. Oh poder celebrarte con todas las palabras de alegría. Cantar, arder, huir, como un campanario en las manos de un loco. Triste ternura mía, qué te haces de repente? Cuando he llegado al vértice más atrevido y frío mi corazón se cierra como una flor nocturna.

Rimas -Gustavo Adolfo Becker-


Yo sé un himno gigante y extraño
que anuncia en la noche del alma una aurora,
y estas páginas son de este himno
cadencias que el aire dilata en la sombras.

Yo quisiera escribirlo, del hombre
domando el rebelde, mezquino idioma,
con palabras que fuesen a un tiempo
suspiros y risas, colores y notas.

Pero en vano es luchar; que no hay cifra
capaz de encerrarlo, y apenas, ¡oh hermosa!
pudiera al oído, contártelo a solas.

Saeta que voladora
cruza, arrojada al azar,
sin adivinarse dónde
temblando se clavará;

hoja del árbol seca
arrebata el vendaval,
sin que nadie acierte el surco
donde a caer volverá;

gigante ola que el viento
riza y empuja en el mar,
y rueda y pasa, y no sabe
qué playa buscando va;

luz que en los cercos temblorosos
brilla, próxima a expirar,
ignorándose cuál de ellos
el último brillará;

eso soy yo, que al acaso
cruzo el mundo, sin pensar
de dónde vengo, ni a dónde
mis pasos me llevarán.

Sacudimiento extraño
que agita las ideas,
como huracán que empuja
las olas en tropel;

murmullo que en el alma
se eleva y va creciendo
como volcán que sordo
anuncia que va a arder;

deformes siluetas
de seres imposibles;
paisajes que aparecen
como un través de un tul;

colores que fundiéndose
remedan en el aire
los átomos del Iris
que nadan en la luz

ideas sin palabras
palabras sin sentido;
cadencias que no tienen
ni ritmo ni compás;

memorias y deseos
de cosas que no existen;
accesos de alegría
impulsos de llorar;

actividad nerviosa
que no halla en qué emplearse;
sin rienda que lo guíe
caballo volador;

locura que el espíritu
exalta y enardece
embriaguez divina
del genio creador...
¡Tal es la inspiración!

gigante voz que el caos
ordena en el cerebro,
y entre las sombras hace
la luz aparecer;

brillante rienda de oro
que poderosa enfrena
de la exaltada mente
el volador corcel;

hilo de luz que en hace
lo pensamientos ata;
sol que las nubes rompe
y toca en el cenit;

inteligente mano
que en un collar de perlas
consigue las indóciles
palabras reunir;

armonioso ritmo
que con cadencia y número
las fugitivas notas
encierra en el compás;

cincel que el bloque muerde
la estatua moldeando
y la belleza plástica
añade a la ideal;

atmósfera en que giran
con orden las ideas,
cual átomos que agrupa
recóndita atracción;

raudal en cuyas ondas
su sed la fiebre apaga;
oasis que al espíritu
devuelve con vigor...
¡Tal es nuestra razón!

Con ambas siempre en lucha
y de ambas vencedor
tan sólo el genio puede
a un yugo atar las dos.




Julio Cortázar


La isla a mediodía

La primera vez que vio la isla, Marini estaba cortésmente inclinado sobre los asientos de la izquierda, ajustando la mesa de plástico antes de instalar la bandeja del almuerzo.

La pasajera lo había mirado varias veces mientras él iba y venía con revistas o vasos de whisky; Marini se demoraba ajustando la mesa, preguntándose aburridamente si valdría la pena responder a la mirada insistente de la pasajera, una americana de las muchas, cuando en el óvalo azul de la ventanilla entró el litoral de la isla, la franja dorada de la playa, las colinas que subían hacia la meseta desolada. Corrigiendo la posición defectuosa del vaso de cerveza, Marini sonrió a la pasajera.

«Las islas griegas», dijo. «Oh, yes, Greece», repuso la americana con un falso interés. Sonaba brevemente un timbre y el steward se enderezó sin que la sonrisa profesional se borrara de su boca de labios finos. Empezó a ocuparse de un matrimonio sirio que quería jugo de tomate, pero en la cola del avión se concedió unos segundos para mirar otra vez hacia abajo; la isla era pequeña y solitaria, y el Egeo la rodeaba con un intenso azul que exaltaba la orla de un blanco deslumbrante y como petrificado, que allá abajo sería espuma rompiendo en los arrecifes y las caletas. Marini vio que las playas desiertas corrían hacia el norte y el oeste, lo demás era la montaña entrando a pique en el mar. Una isla rocosa y desierta, aunque la mancha plomiza cerca de la playa del norte podía ser una casa, quizá un grupo de casas primitivas. Empezó a abrir la lata de jugo, y al enderezarse la isla se borró de la ventanilla; no quedó más que el mar, un verde horizonte interminable. Miró su reloj pulsera sin saber por qué; era exactamente mediodía.
A Marini le gustó que lo hubieran destinado a la línea Roma-Teherán, porque el paisaje era menos lúgubre que en las líneas del norte y las muchachas parecían siempre felices de ir a Oriente o de conocer Italia. Cuatro días después, mientras ayudaba a un niño que había perdido la cuchara y mostraba desconsolado el plato del postre, descubrió otra vez el borde de la isla. Había una diferencia de ocho minutos pero cuando se inclinó sobre una ventanilla de la cola no le quedaron dudas; la isla tenía una forma inconfundible, como una tortuga que sacara apenas las patas del agua. La miró hasta que lo llamaron, esta vez con la seguridad de que la mancha plomiza era un grupo de casas; alcanzó a distinguir el dibujo de unos pocos campos cultivados que llegaban hasta la playa. Durante la escala de Beirut miró el atlas de la stewardess, y se preguntó si la isla no sería Horos. El radiotelegrafista, un francés indiferente, se sorprendió de su interés. «Todas esas islas se parecen, hace dos años que hago la línea y me importan muy poco. Sí, muéstremela la próxima vez.» No era Horos sino Xiros, una de las muchas islas al margen de los circuitos turísticos. «No durará ni cinco años», le dijo la stewardess mientras bebían una copa en Roma. «Apúrate si piensas ir, las hordas estarán allí en cualquier momento, Gengis Cook vela.» Pero Marini siguió pensando en la isla, mirándola cuando se acordaba o había una ventanilla cerca, casi siempre encogiéndose de hombros al final. Nada de eso tenía sentido, volar tres veces por semana a mediodía sobre Xiros era tan irreal como soñar tres veces por semana que volaba a mediodía sobre Xiros. Todo estaba falseado en la visión inútil y recurrente; salvo, quizá, el deseo de repetirla, la consulta al reloj pulsera antes de mediodía, el breve, punzante contacto con la deslumbradora franja blanca al borde de un azul casi negro, y las casas donde los pescadores alzarían apenas los ojos para seguir el paso de esa otra irrealidad.
Ocho o nueve semanas después, cuando le propusieron la línea de Nueva York con todas sus ventajas, Marini se dijo que era la oportunidad de acabar con esa manía inocente y fastidiosa. Tenía en el bolsillo el libro donde un vago geógrafo de nombre levantino daba sobre Xiros más detalles que los habituales en las guías. Contestó negativamente, oyéndose como desde lejos, y después de sortear la sorpresa escandalizada de un jefe y dos secretarias se fue a comer a la cantina de la compañía donde lo esperaba Carla.
La desconcertada decepción de Carla no lo inquietó; la costa sur de Xiros era inhabitable pero hacia el oeste quedaban huellas de una colonia lidia o quizá cretomicénica, y el profesor Goldmann había encontrado dos piedras talladas con jeroglíficos que los pescadores empleaban como pilotes del pequeño muelle. A Carla le dolía la cabeza y se marchó casi enseguida; los pulpos eran el recurso principal del puñado de habitantes, cada cinco días llegaba un barco para cargar la pesca y dejar algunas provisiones y géneros. En la agencia de viajes le dijeron que habría que fletar un barco especial desde Rynos, o quizá se pudiera viajar en la falúa que recogía los pulpos, pero esto último sólo lo sabría Marini en Rynos donde la agencia no tenía corresponsal. De todas maneras la idea de pasar unos días en la isla no era más que un plan para las vacaciones de junio; en las semanas que siguieron hubo que reemplazar a White en la línea de Túnez, y después empezó una huelga y Carla se volvió a casa de sus hermanas en Palermo. Marini fue a vivir a un hotel cerca de Piazza Navona, donde había librerías de viejo; se entretenía sin muchas ganas en buscar libros sobre Grecia, hojeaba de a ratos un manual de conversación. Le hizo gracia la palabra kalimera y la ensayó en un cabaret con una chica pelirroja, se acostó con ella, supo de su abuelo en Odos y de unos dolores de garganta inexplicables. En Roma empezó a llover, en Beirut lo esperaba siempre Tania, había otras historias, siempre parientes o dolores; un día fue otra vez a la línea de Teherán, la isla a mediodía. Marini se quedó tanto tiempo pegado a la ventanilla que la nueva stewardess lo trató de mal compañero y le hizo la cuenta de las bandejas que llevaba servidas. Esa noche Marini invitó a la stewardess a comer en el Firouz y no le costó que le perdonaran la distracción de la mañana. Lucía le aconsejó que se hiciera cortar el pelo a la americana; él le habló un rato de Xiros, pero después comprendió que ella prefería el vodka-lime del Hilton. El tiempo se iba en cosas así, en infinitas bandejas de comida, cada una con la sonrisa a la que tenía derecho el pasajero. En los viajes de vuelta el avión sobrevolaba Xiros a las ocho de la mañana; el sol daba contra las ventanillas de babor y dejaba apenas entrever la tortuga dorada; Marini prefería esperar los mediodías del vuelo de ida, sabiendo que entonces podía quedarse un largo minuto contra la ventanilla mientras Lucía (y después Felisa) se ocupaba un poco irónicamente del trabajo.
Una vez sacó una foto de Xiros pero le salió borrosa; ya sabía algunas cosas de la isla, había subrayado las raras menciones en un par de libros. Felisa le contó que los pilotos lo llamaban el loco de la isla, y no le molestó. Carla acababa de escribirle que había decidido no tener el niño, y Marini le envió dos sueldos y pensó que el resto no le alcanzaría para las vacaciones. Carla aceptó el dinero y le hizo saber por una amiga que probablemente se casaría con el dentista de Treviso. Todo tenía tan poca importancia a mediodía, los lunes y los jueves y los sábados (dos veces por mes, el domingo).
Con el tiempo fue dándose cuenta de que Felisa era la única que lo comprendía un poco; había un acuerdo tácito para que ella se ocupara del pasaje a mediodía, apenas él se instalaba junto a la ventanilla de la cola. La isla era visible unos pocos minutos, pero el aire estaba siempre tan limpio y el mar la recortaba con una crueldad tan minuciosa que los más pequeños detalles se iban ajustando implacables al recuerdo del pasaje anterior: la mancha verde del promontorio del norte, las casas plomizas, las redes secándose en la arena. Cuando faltaban las redes Marini lo sentía como un empobrecimiento, casi un insulto. Pensó en filmar el paso de la isla, para repetir la imagen en el hotel, pero prefirió ahorrar el dinero de la cámara ya que apenas le faltaba un mes para las vacaciones. No llevaba demasiado la cuenta de los días; a veces era Tania en Beirut, a veces Felisa en Teherán, casi siempre su hermano menor en Roma, todo un poco borroso, amablemente fácil y cordial y como reemplazando otra cosa, llenando las horas antes o después del vuelo, y en el vuelo todo era también borroso y fácil y estúpido hasta la hora de ir a inclinarse sobre la ventanilla de la cola, sentir el frío cristal como un límite del acuario donde lentamente se movía la tortuga dorada en el espeso azul.
Ese día las redes se dibujaban precisas en la arena, y Marini hubiera jurado que el punto negro a la izquierda, al borde del mar, era un pescador que debía estar mirando el avión. «Kalimera», pensó absurdamente. Ya no tenía sentido esperar más, Mario Merolis le prestaría el dinero que le faltaba para el viaje, en menos de tres días estaría en Xiros. Con los labios pegados al vidrio, sonrió pensando que treparía hasta la mancha verde, que entraría desnudo en el mar de las caletas del norte, que pescaría pulpos con los hombres, entendiéndose por señas y por risas. Nada era difícil una vez decidido, un tren nocturno, un primer barco, otro barco viejo y sucio, la escala en Rynos, la negociación interminable con el capitán de la falúa, la noche en el puente, pegado a las estrellas, el sabor del anís y del carnero, el amanecer entre las islas. Desembarcó con las primeras luces, y el capitán lo presentó a un viejo que debía ser el patriarca. Klaios le tomó la mano izquierda y habló lentamente, mirándolo en los ojos. Vinieron dos muchachos y Marini entendió que eran los hijos de Klaios. El capitán de la falúa agotaba su inglés: veinte habitantes, pulpos, pesca, cinco casas, italiano visitante pagaría alojamiento Klaios. Los muchachos rieron cuando Klaios discutió dracmas; también Marini, ya amigo de los más jóvenes, mirando salir el sol sobre un mar menos oscuro que desde el aire, una habitación pobre y limpia, un jarro de agua, olor a salvia y a piel curtida.
Lo dejaron solo para irse a cargar la falúa, y después de quitarse a manotazos la ropa de viaje y ponerse un pantalón de baño y unas sandalias, echó a andar por la isla. Aún no se veía a nadie, el sol cobraba lentamente impulso y de los matorrales crecía un olor sutil, un poco ácido mezclado con el yodo del viento. Debían ser las diez cuando llegó al promontorio del norte y reconoció la mayor de las caletas. Prefería estar solo aunque le hubiera gustado más bañarse en la playa de arena; la isla lo invadía y lo gozaba con una tal intimidad que no era capaz de pensar o de elegir. La piel le quemaba de sol y de viento cuando se desnudó para tirarse al mar desde una roca; el agua estaba fría y le hizo bien; se dejó llevar por corrientes insidiosas hasta la entrada de una gruta, volvió mar afuera, se abandonó de espaldas, lo aceptó todo en un solo acto de conciliación que era también un nombre para el futuro. Supo sin la menor duda que no se iría de la isla, que de alguna manera iba a quedarse para siempre en la isla. Alcanzó a imaginar a su hermano, a Felisa, sus caras cuando supieran que se había quedado a vivir de la pesca en un peñón solitario. Ya los había olvidado cuando giró sobre sí mismo para nadar hacia la orilla.
El sol lo secó enseguida, bajó hacia las casas donde dos mujeres lo miraron asombradas antes de correr a encerrarse. Hizo un saludo en el vacío y bajó hacia las redes. Uno de los hijos de Klaios lo esperaba en la playa, y Marini le señaló el mar, invitándolo. El muchacho vaciló, mostrando sus pantalones de tela y su camisa roja. Después fue corriendo hacia una de las casas, y volvió casi desnudo; se tiraron juntos a un mar ya tibio, deslumbrante bajo el sol de las once.
Secándose en la arena, Ionas empezó a nombrar las cosas. «Kalimera», dijo Marini, y el muchacho rió hasta doblarse en dos. Después Marini repitió las frases nuevas, enseñó palabras italianas a Ionas. Casi en el horizonte, la falúa se iba empequeñeciendo; Marini sintió que ahora estaba realmente solo en la isla con Klaios y los suyos. Dejaría pasar unos días, pagaría su habitación y aprendería a pescar; alguna tarde, cuando ya lo conocieran bien, les hablaría de quedarse y de trabajar con ellos. Levantándose, tendió la mano a Ionas y echó a andar lentamente hacia la colina. La cuesta era escarpada y trepó saboreando cada alto, volviéndose una y otra vez para mirar las redes en la playa, las siluetas de las mujeres que hablaban animadamente con Ionas y con Klaios y lo miraban de reojo, riendo. Cuando llegó a la mancha verde entró en un mundo donde el olor del tomillo y de la salvia era una misma materia con el fuego del sol y la brisa del mar. Marini miró su reloj pulsera y después, con un gesto de impaciencia, lo arrancó de la muñeca y lo guardó en el bolsillo del pantalón de baño. No sería fácil matar al hombre viejo, pero allí en lo alto, tenso de sol y de espacio, sintió que la empresa era posible. Estaba en Xiros, estaba allí donde tantas veces había dudado que pudiera llegar alguna vez. Se dejó caer de espaldas entre las piedras calientes, resistió sus aristas y sus lomos encendidos, y miró verticalmente el cielo; lejanamente le llegó el zumbido de un motor.
Cerrando los ojos se dijo que no miraría el avión, que no se dejaría contaminar por lo peor de sí mismo, que una vez más iba a pasar sobre la isla. Pero en la penumbra de los párpados imaginó a Felisa con las bandejas, en ese mismo instante distribuyendo las bandejas, y su reemplazante, tal vez Giorgio o alguno nuevo de otra línea, alguien que también estaría sonriendo mientras alcanzaba las botellas de vino o el café. Incapaz de luchar contra tanto pasado abrió los ojos y se enderezó, y en el mismo momento vio el ala derecha del avión, casi sobre su cabeza, inclinándose inexplicablemente, el cambio de sonido de las turbinas, la caída casi vertical sobre el mar. Bajó a toda carrera por la colina, golpeándose en las rocas y desgarrándose un brazo entre las espinas. La isla le ocultaba el lugar de la caída, pero torció antes de llegar a la playa y por un atajo previsible franqueó la primera estribación de la colina y salió a la playa más pequeña. La cola del avión se hundía a unos cien metros, en un silencio total. Marini tomó impulso y se lanzó al agua, esperando todavía que el avión volviera a flotar; pero no se veía más que la blanda línea de las olas, una caja de cartón oscilando absurdamente cerca del lugar de la caída, y casi al final, cuando ya no tenía sentido seguir nadando, una mano fuera del agua, apenas un instante, el tiempo para que Marini cambiara de rumbo y se zambullera hasta atrapar por el pelo al hombre que luchó por aferrarse a él y tragó roncamente el aire que Marini le dejaba respirar sin acercarse demasiado. Remolcándolo poco a poco lo trajo hasta la orilla, tomó en brazos el cuerpo vestido de blanco, y tendiéndolo en la arena miró la cara llena de espuma donde la muerte estaba ya instalada, sangrando por una enorme herida en la garganta. De qué podía servir la respiración artificial si con cada convulsión la herida parecía abrirse un poco más y era como una boca repugnante que llamaba a Marini, lo arrancaba a su pequeña felicidad de tan pocas horas en la isla, le gritaba entre borbotones algo que él ya no era capaz de oír. A toda carrera venían los hijos de Klaios y más atrás las mujeres. Cuando llegó Klaios, los muchachos rodeaban el cuerpo tendido en la arena, sin comprender cómo había tenido fuerzas para nadar a la orilla y arrastrarse desangrándose hasta ahí. «Ciérrale los ojos», pidió llorando una de las mujeres. Klaios miró hacia el mar, buscando algún otro sobreviviente. Pero como siempre estaban solos en la isla, y el cadáver de ojos abiertos era lo único nuevo entre ellos y el mar.
FIN

Los testigos

Cuando le conté a Polanco que en mi casa había una mosca que volaba de espaldas, siguió uno de esos silencios que parecen agujeros en el gran queso del aire. Claro que Polanco es un amigo, y acabó por preguntarme cortésmente si estaba seguro. Como no soy susceptible le expliqué en detalle que había descubierto la mosca en la página 231 de Olver Twist, es decir que yo estaba leyendo Oliver Twist con puertas y ventanas cerradas, y que el levantar la vista justamente en el momento en que el maligno Sykes iba a matar a la pobre Nancy, vi tres moscas que volaban patas arriba. Lo que entonces dijo Polanco es totalmente idiota, pero no vale la pena transcribirlo sin explicar antes cómo pasaron las cosas.
Al principio a mí no me pareció tan raro que una mosca volara patas arriba si le daba la gana, porque aunque jamás había visto semejante comportamiento, la ciencia enseña que eso no es una razón para rechazar los datos de los sentidos frente a cualquier novedad. Se me ocurrió que a lo mejor el pobre animalito era tonto o tenía lesionados los centros de orientación y estabilidad, pero poco me bastó para darme cuenta de que esa mosca era tan vivaracha y alegre como sus dos compañeras que volaban con gran ortodoxia patas abajo. Sencillamente esta mosca volaba de espaldas, lo que entre otras cosas le permitía posarse cómodamente en el cielo raso; de tanto en tanto se acercaba y se adhería a él sin el menor esfuerzo. Como todo tiene su compensación, cada vez que se le antojaba descansar sobre mi caja de habanos se veía precisada a rizar el rizo, como tan bien traducen en Barcelona los textos ingleses de aviación, mientras sus dos compañeras se posaban como reinas sobre la etiqueta «made in Havana» donde Romeo abraza enérgicamente a Julieta. Apenas se cansaba de Shakespeare, la mosca despegaba de espaldas y revoloteaba en compañía de las otras dos formando esos dos insensatos que Pauwels y Bergier se obstinan en llamar brownianos. La cosa era extraña, pero a la vez tenía un aire curiosamente natural, como si no pudiera ser de otra manera; abandonando a la pobre Nancy en manos de Sykes (¿qué se puede hacer contra un crimen cometido hace un siglo?), me trepé al sillón y traté de lidiar más de cerca un comportamiento en el que rivalizaban lo supino y lo insólito. Cuando la señora Fotheringham vino a avisarme que la cena estaba servida (vivo en una pensión), le contesté sin abrir la puerta que bajaría en dos minutos y, de paso, ya que la tenía orientada en el tema temporal, le pregunté cuánto vivía una mosca. La señora Fotheringham, que conoce a sus huéspedes, me contestó sin la menor sorpresa que entre diez y quince días, y que no dejara enfriar el pastel de conejo. Me bastó la primera de las dos noticias para decidirme -esas decisiones son como el salto de la pantera- a investigar y a comunicar al mundo de la ciencia mi diminuto aunque alarmante descubrimiento.
Tal corno se lo conté después a Polanco, vi en seguida las dificultades prácticas. Vuele boca abajo o de espaldas, una mosca se escapa de cualquier parte con probada soltura aprisionada en un bocal e incluso en una caja de vidrio puede perturbar su comportamiento o acelerar su muerte. De los diez o quince días de vida, ¿cuántos le quedaban a este animalito que ahora flotaba patas arriba en un estado de gran placidez, a treinta centímetros de mi cara? Comprendí que si avisaba al Museo de Historia Natural, mandarían a algún gallego armado de una red que acabaría en un plaf con mi increíble hallazgo. Si la filmaba (Polanco hace cine, aunque con mujeres), corría el doble riesgo de que los reflectores estropeasen el mecanismo de vuelo de mi mosca, devolviéndolo en una de esas a la normalidad con enorme desencanto de Polanco, de mí mismo y hasta probablemente de la mosca, aparte de que los espectadores futuros nos acusarían sin duda de un innoble truco fotográfico. En menos de una hora (había que pensar que la vida de la mosca corría con una aceleración enorme si se la comparaba con la mía) decidí que la única solución era ir reduciendo poco a poco las dimensiones de mi habitación hasta que la mosca y yo quedáramos incluidos en un mínimo de espacio, condición científica imprescindible para que mis observaciones fuesen de una precisión intachable (llevaría un diario, tomaría fotos, etc.) y me permitieran preparar la comunicación correspondiente, no sin antes llamar a Polanco para que testimoniara tranquilizadoramente no tanto sobre el vuelo de la mosca como acerca de mi estado mental.
Abreviaré la descripción de los infinitos trabajos que siguieron, de la lucha contra el reloj y la señora Fotheringham. Resuelto el problema de entrar y salir siempre que la mosca estuviera lejos de la puerta (una de las otras dos se había escapado la primera vez, lo cual era una suerte; a la otra la aplasté implacablemente contra un cenicero) empecé a acarrear los materiales necesarios para la reducción del espacio, no sin antes explicarle a la señora Fotheringham que se trataba de modificaciones transitorias, y alcanzarle por la puerta apenas entornada sus ovejas de porcelana, el retrato de lady Hamilton y la mayoría de los muebles, esto último con el riesgo terrible de tener que abrir de par en par la puerta mientras la mosca dormía en el cielo raso o se lavaba la cara sobre mi escritorio. Durante la primera parte de estas actividades me vi forzado a observar con mayor atención a la señora Fotheringham que a la mosca, pues veía en ella una creciente tendencia a llamar a la policía, con la que desde luego no hubiese podido entenderme por un resquicio de la puerta. Lo que más inquietó a la señora Fotheringham fue el ingreso de las enormes planchas de cartón prensado, pues naturalmente no podía comprender su objeto y yo no me hubiera arriesgado a confiarle la verdad pues la conocía lo bastante como para saber que la manera de volar de las moscas la tenía majestuosamente sin cuidado; me limité a asegurarle que estaba empeñado en unas proyecciones arquitectónicas vagamente vinculadas con las ideas de Palladio sobre la perspectiva en los teatros elípticos, concepto que recibió con la misma expresión de una tortuga en circunstancias parecidas. Prometí además indemnizarla por cualquier daño, y unas horas después ya tenía instaladas las planchas a dos metros de las paredes y del cielo raso, gracias a múltiples prodigios de ingenio, "scotchtape" y ganchitos. La mosca no me parecía descontenta ni alarmada; seguía volando patas arriba, y ya llevaba consumida buena parte del terrón de azúcar y del dedalito de agua amorosamente colocados por mí en el lugar más cómodo. No debo olvidarme de señalar (todo era prolijamente anotado en mi diario) que Polanco no estaba en su casa, y que una señora de acento panameño atendía el teléfono para manifestarme su profunda ignorancia del paradero de mi amigo. Solitario y retraído como vivo, sólo en Polanco podía confiar; a la espera de su reaparición decidí continuar el estrechamiento del "habitat" de la mosca a fin de que la experiencia se cumpliera en condiciones óptimas. Tuve la suerte de que la segunda tanda de planchas de cartón fuera mucho más pequeña que la anterior, como puede imaginarlo todo propietario de una muñeca rusa, y que la señora Fotheringham me viera acarrearla e introducirla en mi aposento sin tomar otras medidas que llevarse una mano a la boca mientras con la otra elevaba por el aire un plumero tornasolado.
Preví, con el temor consiguiente, que el ciclo vital de mi mosca se estuviera acercando a su fin; aunque no ignoro que el subjetivismo vicia las experiencias, me pareció advertir que se quedaba más tiempo descansando o lavándose la cara, como si el vuelo la fatigara o la aburriera. La estimulaba levemente con un vaivén de la mano, para cerciorarme de sus reflejos, y la verdad era que el animalito salía como una flecha patas arriba, sobrevolaba el espacio cúbico cada vez más reducido, siempre de espaldas, y a ratos se acercaba a la plancha que hacía de cielo raso y se adhería con una negligente perfección que le faltaba, me duele decirlo, cuando aterrizaba sobre el azúcar o mi nariz. Polanco no estaba en su casa.
Al tercer día, mortalmente aterrado ante la idea de que la mosca podía llegar a su término en cualquier momento (era irrisorio pensar que me la encontraría de espaldas en el suelo, inmóvil para siempre e idéntica a todas las otras moscas) traje la última serie de planchas, que redujeron el espacio de observación a un punto tal que ya me era imposible seguir de pie y tuve que fabricarme un ángulo de observación a ras del suelo con ayuda de los almohadones y una colchoneta que la señora Fotheringham me alcanzó llorando. A esta altura de mis trabajos el problema era entrar y salir: cada vez había que apartar y reponer con mucho cuidado tres planchas sucesivas, cuidando no dejar el menor resquicio, hasta llegar a la puerta de mi pieza tras de la cual tendían a amontonarse algunos pensionistas. Por eso, cuando escuché la voz en el teléfono, solté un grito que él y su otorrinolaringólogo calificarían más tarde severamente. Inicié entonces un balbuceo explicativo, que Polanco cortó ofreciéndose a venir inmediatamente a casa, pero como los dos y la mosca no íbamos a caber en un pequeño espacio, entendí que primero tenía que ponerlo en conocimiento de los hechos para que más tarde entrara como único observador y fuera testigo de que la mosca podía estar loca, pero yo no. Lo cité en el café de la esquina de su casa, y ahí, entre dos cervezas, le conté.
Polanco encendió la pipa y me miró un rato. Evidentemente estaba impresionado, y hasta se me ocurre que un poco pálido. Creo haber dicho ya que al comienzo me preguntó cortésmente si yo estaba seguro de lo que le decía. Debió convencerse, porque siguió fumando y meditando, sin ver que ya no quería perder tiempo (¿y si ya estaba muerta, y si ya estaba muerta?) y que pagaba las cervezas para decidirlo de una vez por todas.
Como no se decidía me encolericé y aludí a su obligación moral de secundarme en algo que sólo sería creído cuando hubiera un testigo digno de fe. Se encogió de hombros, como si de pronto hubiera caído sobre él una abrumadora melancolía.
-Es inútil, pibe -me dijo al fin-. A vos a lo mejor te van a creer aunque yo no te acompañe. En cambio a mí...
-¿A vos? ¿Y por qué no te van a creer a vos?
-Porque es todavía peor, hermano -murmuró Polanco-. Mirá, no es normal ni decente que una mosca vuele de espaldas. No es ni siquiera lógico si vamos al caso.
-¡Te digo que vuela así! -grité, sobresaltando a varios parroquianos.
-Claro que vuela, así. Pero en realidad esa mosca sigue volando como cualquier mosca, sólo que le tocó ser la excepción. Lo que ha dado media vuelta es todo el resto -dijo Polanco-. Ya te podés dar cuenta de que nadie me lo va a creer, sencillamente porque no se puede demostrar y en cambio la mosca está ahí bien clarita. De manera que mejor vamos y te ayudo a desarmar los cartones antes de que te echen de la pensión, no te parece.
FIN

La Intrusa -Jorge Luis Borges-


Dicen (lo cual es improbable) que la historia fue referida por Eduardo, el menor de los Nelson, en el velorio de Cristián, el mayor, que falleció de muerte natural, hacia mil ochocientos noventa y tantos, en el partido de Morón. Lo cierto es que alguien la oyó de alguien, en el decurso de esa larga noche perdida, entre mate y mate, y la repitió a Santiago Dabove, por quien la supe. Años después, volvieron a contármela en Turdera, donde había acontecido. La segunda versión, algo más prolija, confirmaba en suma la de Santiago, con las pequeñas variaciones y divergencias que son del caso. La escribo ahora porque en ella se cifra, si no me engaño, un breve y trágico cristal de la índole de los orilleros antiguos. Lo haré con probidad, pero ya preveo que cederé a la tentación literaria de acentuar o agregar algún pormenor.
En Turdera los llamaban los Nilsen. El párroco me dijo que su predecesor recordaba, no sin sorpresa, haber visto en la casa de esa gente una gastada Biblia de tapas negras, con caracteres góticos; en las últimas páginas entrevió nombres y fechas manuscritas. Era el único libro que había en la casa. La azarosa crónica de los Nilsen, perdida como todo se perderá. El caserón, que ya no existe, era de ladrillo sin revocar; desde el zaguán se divisaban un patio de baldosa colorada y otro de tierra. Pocos, por lo demás, entraron ahí; los Nilsen defendían su soledad. En las habitaciones desmanteladas dormían en catres; sus lujos eran el caballo, el apero, la daga de hojas corta, el atuendo rumboso de los sábados y el alcohol pendenciero. Sé que eran altos, de melena rojiza. Dinamarca o Irlanda, de las que nunca oirían hablar, andaban por la sangre de esos dos criollos. El barrio los temía a los Colorados; no es imposible que debieran alguna muerte. Hombro a hombro pelearon una vez a la policía. Se dice que el menor tuvo un altercado con Juan Iberra, en el que no llevó la peor parte, lo cual, según los entendidos, es mucho. Fueron troperos, cuarteadores, cuatreros y alguna vez tahúres. Tenían fama de avaros, salvo cuando la bebida y el juego los volvían generosos. De sus deudos nada se sabe y ni de dónde vinieron. Eran dueños de una carreta y una yunta de bueyes.
Físicamente diferían del compadraje que dio su apodo forajido a la Costa Brava. Esto, y lo que ignoramos, ayuda a comprender lo unidos que fueron. Malquistarse con uno era contar con dos enemigos.
Los Nilsen eran calaveras, pero sus episodios amorosos habían sido hasta entonces de zaguán o de casa mala. No faltaron, pues, comentarios cuando Cristián llevó a vivir con él a Juliana Burgos. Es verdad que ganaba así una sirvienta, pero no es menos cierto que la colmó de horrendas baratijas y que la lucía en las fiestas. En las pobres fiestas de conventillo, donde la quebrada y el corte estaban prohibidos y donde se bailaba, todavía, con mucha luz. Juliana era de tez morena y de ojos rasgados; bastaba que alguien la mirara, para que se sonriera. En un barrio modesto, donde el trabajo y el descuido gastan a las mujeres, no era mal parecida.
Eduardo los acompañaba al principio. Después emprendió un viaje a Arrecifes por no sé qué negocio; a su vuelta llevó a la casa una muchacha, que había levantado por el camino, y a los pocos días la echó. Se hizo más hosco; se emborrachaba solo en el almacén y no se daba con nadie. Estaba enamorado de la mujer de Cristián. El barrio, que tal vez lo supo antes que él, previó con alevosa alegría la rivalidad latente de los hermanos.
Una noche, al volver tarde de la esquina, Eduardo vio el oscuro de Cristián atado al palenque En el patio, el mayor estaba esperándolo con sus mejores pilchas. La mujer iba y venía con el mate en la mano. Cristián le dijo a Eduardo:
-Yo me voy a una farra en lo de Farías. Ahí la tenés a la Juliana; si la querés, usala.
El tono era entre mandón y cordial. Eduardo se quedó un tiempo mirándolo; no sabía qué hacer. Cristián se levantó, se despidió de Eduardo, no de Juliana, que era una cosa, montó a caballo y se fue al trote, sin apuro.
Desde aquella noche la compartieron. Nadie sabrá los pormenores de esa sórdida unión, que ultrajaba las decencias del arrabal. El arreglo anduvo bien por unas semanas, pero no podía durar. Entre ellos, los hermanos no pronunciaban el nombre de Juliana, ni siquiera para llamarla, pero buscaban, y encontraban razones para no estar de acuerdo. Discutían la venta de unos cueros, pero lo que discutían era otra cosa. Cristián solía alzar la voz y Eduardo callaba. Sin saberlo, estaban celándose. En el duro suburbio, un hombre no decía, ni se decía, que una mujer pudiera importarle, más allá del deseo y la posesión, pero los dos estaban enamorados. Esto, de algún modo, los humillaba.
Una tarde, en la plaza de Lomas, Eduardo se cruzó con Juan Iberra, que lo felicitó por ese primor que se había agenciado. Fue entonces, creo, que Eduardo lo injurió. Nadie, delante de él, iba a hacer burla de Cristián.
La mujer atendía a los dos con sumisión bestial; pero no podía ocultar alguna preferencia por el menor, que no había rechazado la participación, pero que no la había dispuesto.
Un día, le mandaron a la Juliana que sacara dos sillas al primer patio y que no apareciera por ahí, porque tenían que hablar. Ella esperaba un diálogo largo y se acostó a dormir la siesta, pero al rato la recordaron. Le hicieron llenar una bolsa con todo lo que tenía, sin olvidar el rosario de vidrio y la crucecita que le había dejado su madre. Sin explicarle nada la subieron a la carreta y emprendieron un silencioso y tedioso viaje. Había llovido; los caminos estaban muy pesados y serían las once de la noche cuando llegaron a Morón. Ahí la vendieron a la patrona del prostíbulo. El trato ya estaba hecho; Cristián cobró la suma y la dividió después con el otro.
En Turdera, los Nilsen, perdidos hasta entonces en la mañana (que también era una rutina) de aquel monstruoso amor, quisieron reanudar su antigua vida de hombres entre hombres. Volvieron a las trucadas, al reñidero, a las juergas casuales. Acaso, alguna vez, se creyeron salvados, pero solían incurrir, cada cual por su lado, en injustificadas o harto justificadas ausencias. Poco antes de fin de año el menor dijo que tenía que hacer en la Capital. Cristián se fue a Morón; en el palenque de la casa que sabemos reconoció al overo de Eduardo. Entró; adentro estaba el otro, esperando turno. Parece que Cristián le dijo:
-De seguir así, los vamos a cansar a los pingos. Más vale que la tengamos a mano.
Habló con la patrona, sacó unas monedas del tirador y se la llevaron. La Juliana iba con Cristián; Eduardo espoleó al overo para no verlos.
Volvieron a lo que ya se ha dicho. La infame solución había fracasado; los dos habían cedido a la tentación de hacer trampa. Caín andaba por ahí, pero el cariño entre los Nilsen era muy grande -¡quién sabe qué rigores y qué peligros habían compartido!- y prefirieron desahogar su exasperación con ajenos. Con un desconocido, con los perros, con la Juliana, que habían traído la discordia.
El mes de marzo estaba por concluir y el calor no cejaba. Un domingo (los domingos la gente suele recogerse temprano) Eduardo, que volvía del almacén, vio que Cristián uncía los bueyes. Cristián le dijo:
-Vení, tenemos que dejar unos cueros en lo del Pardo; ya los cargué; aprovechemos la fresca.
El comercio del Pardo quedaba, creo, más al Sur; tomaron por el Camino de las Tropas; después, por un desvío. El campo iba agrandándose con la noche.
Orillaron un pajonal; Cristián tiró el cigarro que había encendido y dijo sin apuro:
-A trabajar, hermano. Después nos ayudarán los caranchos. Hoy la maté. Que se quede aquí con su pilchas, ya no hará más perjuicios.
Se abrazaron, casi llorando. Ahora los ataba otro círculo: la mujer tristemente sacrificada y la obligación de olvidarla.

martes, 3 de marzo de 2009

Figuras Retóricas



Suele ser bastante frecuente la división de las figuras retóricas en figuras de pensamiento y figuras de dicción. Las de pensamiento requieren una elaboración más intelectual y exigen, por lo tanto, una interpretación.
Otra de las divisiones posibles es basarse en el tipo de recurso empleado según el nivel lingüístico. Teniendo esto en cuenta podemos dividir las figuras retóricas en figuras de recursos sintácticos, fonéticos o semánticos.

RECURSOS FONÉTICOS

Aliteración: Combinación o repetición de sonidos en una misma frase a fin de buscar un efecto musical o sonoro.

Ejemplo: "En el silencio sólo se escuchaba un susurro de abejas que sonaba". (Garcilaso)

Onomatopeya: Casi lo mismo que la aliteración. Empleamos los sonidos de nuestro lenguaje para imitar un ruido.

Ejemplo: Crash, splass, toc-toc, bruummm...

(Puede hablarse de los efectos de estos dos recursos diciendo que son eufónicos (si suenan bien, o de forma que se considere agradable) o cacofónicos (en caso contrario).

RECURSOS SINTÁCTICOS

Elipsis, suspensión y reticencia: Son muy parecidas. Consisten en omitir algún elemento de la frase. Un verbo en el titular de un periódico (elipsis), el final de una frase porque es perfectamente previsible (suspensión) o remarcando el final para conseguir otro efecto (reticencia).

Ejemplo: No se ha hecho la miel para la boca del... aquí presente.

El caso extremo de esta figura es el zeugma, un figura de construcción consistente en que si una palabra aparece en el primer elemento de una enumeración, ha de sobreentenderse en los demás.

Ej: "Era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza." (Cervantes)

Hipérbaton: Alterar el orden sintáctico normal de los elementos de una frase.

Ejemplo: "Estos, Fabio, ¡ay dolor! que ves ahora, campos de soledad, mustios collados". (R. Caro)

Asíndeton: Eliminación de nexos. Se da brevedad e ímpetu a la frase.

Ejemplo: "Y entre las nubes mueve su carro Dios, ligero y reluciente; horrible son conmueve, relumbra fuego ardiente, tiembla la tierra, humillase la gente". (Fray Luis de León)

Polisíndeton: El caso contrario del anterior. Utilización de más conjunciones de las necesarias.

Ejemplo: "Y los dejó y cayó en despeñadero el carro y el caballo y caballero" (Herrera)

Sinonimia: Es una acumulación de sinónimos. Suele indicar el deseo de precisión conceptual.

Ejemplo: "La gloria, el éxito, la popularidad, el espejismo de ser conocido, estimado y admirado, se presenta de distinta manera a los ojos de los escritores" (Baroja)

Epíteto: Empleo de adjetivos que pueden considerarse innecesarios.
Ejemplo: "Cual queda el blanco lirio cuando pierde su dulce vida entre la hierba verde." (Garcilaso)

Paráfrasis o amplificación: Consiste en ampliar un modelo.

Ejemplo: "Todo en ella encantaba, todo en ella atraía, su mirada, su gesto, su sonrisa, su andar... El ingenio de Francia de su boca fluia. Quien la vio no la pudo ya jamás olvidar." (A. Nervo)

Anáfora: Repetición de una o más palabras al comienzo de la frase o del verso.

Ejemplo: "Aquí fue Troya, aquí mi desdicha y no mi cobardía se llevó mis alcanzadas glorias; aquí usó la fortuna conmigo de sus vueltas y revueltas; aquí se oscurecieron mis hazañas, aquí, finalmente, cayó mi ventura para jamás levantarse." (Cervantes)

Epífora: Repetición de una o varias palabras al final de frases sucesivas.

Ejemplo: "de padres ladrones, críense con ladrones, estudian para ladrones..." (Cervantes)

Epanadiplosis: Empezar y terminar un verso o frase con la misma palabra.

Ejemplo: "¡Hurra, cosacos del desierto, hurra!" (Espronceda)

El caso contrario, es decir, emplear una misma palabra al final de una frase o verso y al principio de la siguiente recibe el nombre de Anadiplosis. Si esta figura se continúa puede recibir el nombre de concatenación.

Ejemplo: "La justicia es todo sabiduría, y la sabiduría es todo orden, y el orden es todo razón, y la razón es todo procedimiento, y el procedimiento es todo lógica." (Benavente).

Otra variante es la llamada conduplicación:

Ejemplo: "Yo quisiera en mí mismo confundirte confundirte en mí mismo y entrañarte; Yo quisiera en perfume convertirte, convertirte en perfume y aspirarte." (Salvador Díaz)

El juego consistente en repetir las mismas palabras en diferentes lugares de la misma frase o de otras tiene más variantes: una de ellas es el quiasmo que consiste en cruzar pares de palabras.

Ejemplo: "Llamadesme Montesinos, Montesinos me llamad" (Romance de Montesinos).

Retruécano: Repetir en una frase, con orden inverso, los elementos de otra.
Ejemplo: "En este país no se lee porque no se escribe, o no se escribe porque no se lee." (Larra).

Paronomasia: Es un juego de palabras que consiste en utilizar dos palabras de sonidos parecidos, aunque de distinta significación.
Ejemplo: "Por manera que en la buena república el sacerdote ora, el labrador ara" (Fray Antonio de Guevara).

Sinestesia: Es otro juego de palabras que consiste en desplazar un adjetivo de un campo sensorial a otro.

Ejemplo: Cuando hablamos de "música dura" o de "canción pegadiza".

Los últimos juegos de palabras que hemos citado suelen estar en la línea divisoria entre las figuras de dicción y las figuras de pensamiento. Faltan unas cuantas figuras, pero no están en la lista, entre otras razones, porque son menos frecuentes y porque pueden confundirse con facilidad con las que hemos enumerado hasta aquí. De todas maneras citaremos unos cuantos nombres para que, quien esté poseído por la curiosidad, busque su significado y sus ejemplos correspondientes en un diccionario, enciclopedia, o tratado específico de figuras retóricas. Así pues, serían la conversión, la complexión, la reduplicación, la similicadencia, la paradiástole, etc.

RECURSOS SEMÁNTICOS

Muchos de los recursos semánticos están relacionados con la polisemia, es decir, con aquella palabra que posee más de un significado. Así pues, en este apartado tenemos la dilogía o silepsis, que consiste en jugar con los dos significados de una palabra. Es muy frecuente en la publicidad.

Ejemplo: "Este trabajo es una lata" (y se anunciaban botes de pintura) Ejemplo literario: "El era un clérigo cerbatana, largo sólo en el talle" (Quevedo)

En este terreno también entra el calambur en el que se juega con las sílabas de dos palabras contiguas para producir una palabra de sentido distinto.
Ejemplo: "La película ha sido dirigida por Richard Cutero y escrita por Richard Nizzero" (De "El Pais Imaginario").

También entran en este apartado los juegos de palabras basados en la homonimia, que son aquellas palabras que suenan igual, aunque se escriben diferente y tienen diferente significado. En el caso de la anfibología, se potencia uno de los significados en busca de un resultado chocante.

Ejemplo: "Anita ¿qué te toca ese músico?" (Salvador Jordán)

Antítesis: Emplear palabras de significado opuesto.

Ejemplo: "Con mayor frío vos, yo con más fuego" (Herrera)

Paradoja: Consiste en unir dos ideas que, en principio, parecen irreconciliables.

Ejemplo: "Vivo sin vivir en mí y tan alta vida esperoque muero porque no muero" (Santa Teresa).

Una especial variante la ofrece el oxímoron. En esta figura no se juega con ideas, sino con términos que, no sólo parecen irreconciliables, sino que lo son.

Ejemplo: Hablar de "cruel ternura" o de un "rascacielos horizontal".

Gradación: Es una serie significativa ordenada de menos a más o de más a a menos.

Ejemplo: "en tierra, en humo, en polvo, en sombra , en nada" (Góngora)

Hipérbole: Consiste en exagerar en la presentación de la realidad que se quiere representar.

Ironía: Expresar, en clave de burla, lo contrario de lo que se quiere comunicar.
Exige una pronunciación cuidada.

Ejemplo: "Y aquí, para entre los dos,si hallo harto paño, en efecto, con muchísimo respeto os he de ahorcar, juro a Dios."

Símil o comparación: Consiste en comparar explícitamente el término real con el objeto poético. Exige la presencia de un 'como'. Véase en el siguiente ejemplo extraído de la sabiduría popular:

Ejemplo: "El amigo verdadero ha de ser como la sangre que siempre acude a la herida sin esperar que la llamen"

Metáfora: La metáfora es, en la práctica, lo mismo que una comparación, pero el 'como' se elimina. Es decir, se procede a afirmar la identidad entre el objeto real (A) y el objeto poético (B). Tendríamos, a grandes rasgos, dos tipos de metáforas: aquella en la que aparecen A y B (Tus dientes son perlas) y aquella en la que el objeto real desaparece y es suplantado por el objeto poético, es decir, sólo aparece B (Las perlas de tu boca). Algunos autores las llaman metáforas puras e impuras y otros metáforas de primer y segundo grado.
Tropos: En estas figuras retóricas existe siempre una relación de proximidad entre el objeto real y el objeto representado. Como la palabra proximidad es muy ambigua procederemos a la clasificación clásica de los tropos. Solían dividirse en dos bloques:

a) Sinécdoque
· La parte por el todo o viceversa: mil cabezas por mil reses. · El singular por el plural o viceversa: el español es valiente. · El individuo por la especie: es un Nerón, un Mecenas, un Quijote. · El número determinado por el indeterminado.

b) Metonimia
· La causa por el efecto: las canas merecen respeto.· El autor por su obra: he comprado un Picasso.· El símbolo por lo simbolizado: La espada (el ejército), la cruz (El cristianismo).· El lugar por la cosa que de él procede: un Jerez. · Lo específico por lo genérico: no se gana el pan. · Lo abstracto por lo concreto: el amor es egoísta (aunque esto sea también una personificación).
· La materia por la cosa que está hecha con ella: el acero (la espada) los bronces (las campanas). A esta figura también se la llama jitanjáfora.· El instrumento por quien lo maneja: el primer violín de la orquesta.· El continente por el contenido: ¿Tomamos unas copas?, etc.
Con este listado no se terminan, evidentemente, las posibilidades del lenguaje. Cada estilo, cada necesidad, cada autor, recurre a recursos propios o a figuras que quizás habían caído en desuso. Enumeraremos unas cuantas figuras más, aptas sólo para curiosos empedernidos, que deseen buscar sus significados y ejemplos. Algunas (no todas, ni mucho menos) podrían ser las siguientes: concesión, corrección, enumeración, preterición, epifonema, lítote (lo contrario de hipérbole), etc, etc, etc.

Incluso no debe olvidarse que hay figuras retóricas que no son juegos sintácticos ni de palabras, sino que exigen una exposición amplia y a las que se denomina, propiamente hablando, figuras retóricas. Un listado sucinto (ya que ejemplificarlas resultaría excesivamente prolijo) sería el que a continuación se detalla: Prosopografía: descripción de los rasgos físicos o externos de una persona.

Etopeya: descripción de los rasgos morales o internos.

Retrato: combinación de los dos anteriores. Si la descripción es muy viva se llama hipotiposis.

Exclamación: Desahogo de sentimientos.

Interrogación e interrogación retórica. Pregunta que no necesita respuesta porque se da por supuesta.

Apóstrofe: Invocación a seres reales o imaginarios.

Personificación: Atribuir cualidades humanas a seres inanimados o abstractos.
Sentencia: es una reflexión profunda y tajante.

También de estas últimas figuras hay muchas más, pero nos limitamos a enumerar las de mayor frecuencia de aparición y no cansar la memoria con un listado que puede parecer, no sólo inoperante, sino también inútil. Sin embargo, quien esto piense se delatará a sí mismo, pues estas figuras retóricas son muy abundantes en el lenguaje coloquial y cotidiano, aunque las estudiemos como distintivas de otros lenguajes, fundamentalmente el literario.
En el fondo todos somos poetas y vale la pena saber qué recursos utilizamos, cómo se llaman y descubrir, si se puede, o se sabe, recursos nuevos.